sábado, 12 de diciembre de 2009

El Hechicero ciego y la Maga triste.


En una época nebulosa y en un mundo que no conocemos, esta historia tiene su lugar, como muchas otras que nunca hemos escuchado.

Un día soleado y un viento fresco corrían, mientras una chica se mantenía quieta junto a un manantial, con la cara oculta entre los brazos, sentada y melancólica. Era como si fuera una escultura, una estatua con la mirada perdida y la apariencia más triste que uno se pudiera imaginar, mientras a su lado reposaba un puñado de arena rojiza, con matices negros y algunos trozos de lo que podría ser cristal...
Unos cuantos metros más allá, un joven con los ojos vendados caminaba con paso seguro y vacilante a la vez, como si supiera perfectamente lo que tuviera en frente, pero al mismo tiempo no estuviera seguro del todo. Se dirigía hacia la niña, como si estuviera fijado en ello, pero con la sensación de que ella fuera un fantasma.
-¿Sabes? Mis oídos me dicen que aquí no hay nadie más que yo, pero el viento que se corta a través de ti me indica que estás en frente de mí, ¿es eso cierto?- le preguntó con la mirada hacia el horizonte, pero refiriéndose a la muchacha, siempre muy formal y educado.
Silencio.
-¿Te importa si me siento?- le preguntó aún con cordialidad, a pesar de no recibir respuesta alguna, sólo una mirada que le envió la chica, sin vida alguna en ella.
Se sentó entre ella y el puñado de arena, mientras que la chica iba recobrando poco a poco la conciencia en sus ojos, pero sin brillo alguno en ellos.
-Hola...-le dijo la niña en un hilo de voz, como un susurro que se extiende y se desvanece así como apareció.
-Por fin hablas, así que sí estás viva- respondió él- pareciera que estuvieras muerta, no oigo latir a tu corazón...
-Lo tienes ahí- le cortó la joven, volviendo la cara hacia el manantial
-Mmmm...- empezó a murmurar algo para sí, y luego puso una mano sobre el césped, acto seguido, acarició el puñado de arena rojiza- Interesante... el pulso tiene un ritmo bello.
-Pero ya no sirve para nada...
-Todo puede arreglarse- le dijo con una sonrisa a la chica, que seguía donde siempre, con su rostro tan pálido y sus ojos carentes de vida.
El hechicero se arrodilló serio frente a ese montón de arenilla, la tomó entre sus manos y empezó a decir una serie de palabras ininteligibles en un murmurio que parecía no detenerse nunca. Comenzó a formarse una corriento de viento cálido a su alrededor y la muchacha se incorporaba poco a poco, prestando atención a las acciones del misterioso hechicero. Cuando terminó su conjuro, cerró sus manos en torno a la arena y sopló en ella. Luego, todo se detuvo y sólo se oia el murmullo del manantial.
-No fue tan difícil...
-¿Qué es lo que hiciste...?- le preguntó la niña, sumamente extrañada de todo aquello del viento y la arena.
El hechicero la tomo del brazo y la acercó a sí para mostrarle lo que había hecho: una hermosa escultura de cristal de tono rosáceo, que brillaba y palpitaba de la forma más hermosa y resplandeciente jamás vista. La chica se quedó sin aliento un segundo, mientras el joven le susurraba al oído:
-No puedo verlo, perso debe ser el corazón más bello que existe, pequeña.- La estrechó entre sus brazos y puso el corazón en su pecho, que enseguida se fundió con su ser. Ella empezó a recuperar sus colores de inmediato, la vida en sus ojos y el sonrojo de sus mejillas, que ardían ahora, mientras se le escapaba una lágrima- ¿Estás llorando? ¿Hice algo que no debía?
La jovencita no le prestó atención y se puso frente a él, le quitó la venda de los ojos y posó sus manos en ellos con suma concentración. Después de respirar hondo un segundo, quitó sus manos y el hechicero abrió sus ojos, atónitos y desbordantes de alegría.
-¿Tú...?
-Era la única forma de agradecértelo- le cortó ella.
-¿Sabes? Aunque eres lo primero que veo desde hace mucho, eres más bella de lo que podría haber imaginado jamás...
-Tus ojos son tan sinceros, tan profundos...
Se quedaron mirando ambos unos instantes más, aunque el tiempo transcurría como mil eternidades. De un momento a otro, se fundieron en un abrazo que luego no los separó jamás, ya que en este mundo de eternidad el amor verdadero, sincero y a primera vista es posible, así como los finales felices. Siguieron juntos el camino, como si siempre hubieran sido uno solo, y siempre lo serán, porque el uno le devolvió al otro lo que nadie nunca jamás hubiera podido lograr, nunca.

Fin.

martes, 6 de octubre de 2009

Último escape.




Corriendo a un escape, llega a un punto sin más camino en el que sólo podía contemplar lluvia. La lluvia caía y sus lágrimas se mimetizaban con esta misma, tranquilizando poco a poco su corazon.
No sólo yo estoy llorando...
Los fuegos artificiales se veían opacos desde lejos. ¿De dónde vendrán?
Las explosiones hacían que los latidos se hicieran sordos y sus sollozos sólo se hicieron más grandes. No quería seguir así. No quería seguir escapando. No quería seguir llorando sin que nadie la viera.
...ya nada... nadie podría ayudarme... nunca hubo oportunidad...
Se había sentado en la orilla del muelle, el frío invadía todo y quedarse quieta talvez le ayudaría... Comenzó a tararear para sí, pero sólo resolvió romper en llanto una vez más.
Tanto... tanto para que... para que sólo...
Vio el agua cuando abrió los ojos, abajo, olas meciéndose en frente de ella... se veían tan pacíficas... sólo un pequeño esfuerzo y se fundiría con su paz...